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COLEGIOS PRIVADOS



El año pasado 4 mil alumnos de instituciones privadas se pasaron a escuelas públicas. A los padres les cuesta cada vez más pagar las cuotas. Este año hay 40 establecimientos menos en Capital y otros 40 que aguardan conseguir ayuda oficial para sobrevivir. La morosidad en el cobro de las cuotas y la mala administración son las claves de la crisis. ¿Podrá la educación oficial absorber el éxodo? ¿Cómo elegir un colegio privado “fuerte”? Hablan madres, autoridades de colegios y funcionarios.





Hay mejor herencia para nuestros hijos que una buena educación? Seguro que no. Por eso me puse terriblemente mal cuando me di cuenta de que la plata dejó de alcanzarme para pagar la cuota del colegio de María Victoria y me vi obligada a cambiarla”, confiesa resignada Adriana Gómez (42 años, separada y con una hija en el nivel primario). Ella debió sacar a María Victoria del colegio privado al que concurría e inscribirla en el público Mariano Acosta. Y no es la única mamá que soporta una situación que las autoridades privadas y funcionarios públicos callan, aunque la realidad confirma a los gritos: la educación privada está en terapia intensiva.



Sobran pruebas. En la ciudad de Buenos Aires, el año pasado, 4.000 chicos tuvieron que dejar sus colegios privados para mudarse a la educación pública. Entre 1999 y 2000 cerraron 40 escuelas privadas y se aguarda que en el 2001 lo hagan otras 12. Todo eso sin contar las 40 que esperan conseguir ayuda del gobierno para poder sobrevivir. En San Isidro, una zona donde el éxodo de alumnos de escuelas privadas a las públicas fue más evidente, la demanda de colegios oficiales superó las expectativas. “No damos abasto –reconoce Norma Balmaceda, presidenta del Consejo Escolar de San Isidro–. Las vacantes son limitadas y no alcanzan. Hay casos en los que tenemos que sortear las pocas vacantes que hay”. Y a los que se resisten y mantienen a sus hijos en establecimientos privados, les cuesta cada vez más pagar las cuotas, al punto que la morosidad trepó al 30 por ciento. Un dato alarmante.



“Nos costó una barbaridad tomar la decisión. Uno no desea que sus hijos sufran por la falta de dinero –explica Angeles Manley (41, casada, madre de dos hijos)–. Pero lo cierto es que hace unos 5 años que con mi marido veníamos a los tumbos en lo laboral y alguna solución debíamos buscar.” Angeles cuenta que primero suprimieron los servicios de la empleada doméstica, pasaron por alto la necesidad de cambiar el auto y hasta en algún momento llegaron a quedarse sin obra social. Sin embargo, el dinero seguía sin alcanzar y le llegó el turno a la escuela. “Pedimos becas en el Colegio Marín, donde desde el jardín y hasta el 1999 fueron mis hijos Paul (11) y Kevin (12). Pero lo cierto es que ya no había beca ni descuento que alcanzara. Entonces, en febrero los inscribimos en el Santa María, un privado más económico. En lugar de $ 480 por cada uno, pagamos $ 250, y además nos dieron una beca. Un gran desahogo. Esperamos ahora no tener que cambiarlos a un público, pero no descartamos ninguna posibilidad.”



La elección del colegio para los chicos, tras una larga búsqueda, pretende ser para siempre. Pero hoy las cosas ya no son tan sencillas. Todo cambia y bastante al ritmo de los vaivenes económicos. Y, a medida que los chicos ascienden de nivel académico, las cuotas tienden a subir más de lo calculado en un principio.
“Ahora estoy en pleno momento de búsqueda –afirma Florencia Romeo (34, casada)–. Julia, mi hija mayor, el año que viene comienza primer grado y en tres años más será el turno de Pablo, mi otro hijo. No sólo pienso en las cuotas de cada mes sino también en lo que exigen las escuelas privadas. En general, piden dinero para extras antes de preguntar si uno puede o no.”



De controles y descontroles

A esta problemática se suma que en la actualidad ninguna escuela tiene garantizada su vida a largo plazo. En el caso de las privadas, el hecho de que se mantengan principalmente con las cuotas de los alumnos –cada vez más difíciles de cobrar– las pone en la cuerda floja y sin red para poder protegerse de la caída. “La situación general del país también llega a las escuelas”, admite Graciela Corvani, directora general del colegio privado Julio Cortázar y completa: “Vemos que los papás tienen más dificultades a la hora de pagar las cuotas, hay más rotación de alumnos y las solicitudes de becas aumentaron. Hay pocas alternativas: o la institución ingresa a una situación crítica irreversible o, como en nuestro caso, queda sin ningún margen para invertir en la escuela”.



“Hace 10 años se abrieron colegios indiscriminadamente –afirma Marcelo Pivato, director general de Educación de Gestión Privada–. Es cierto que este año cerraron 40 escuelas y estimamos que para el año que viene lo hagan una docena más, pero también hay que contar que hay otros establecimientos en camino, y esta vez mucho más controlados, que abrirán sus puertas”, adelanta sereno. Para él, más que una crisis en el sector de las escuelas privadas hay un fenómeno de redistribución de la gente: “No se puede ignorar la cantidad de personas que optaron por irse a vivir a un country. Eso le quita alumnos al privado de Capital pero los suma en provincia”. Y señala que las causas de los cierres suelen ser los altos costos de mantenimiento, la mala administración y la cada vez más alta morosidad. A partir de este año las escuelas porteñas cuentan con la Ley Nº 400 de protección contra los morosos según la cual “cualquier alumno que deba más de tres meses de cuota y sus padres estén debidamente notificados puede ser reubicado en una escuela pública”, explica Marcelo Pivato.



Según Pivato, hoy la autorización para que una escuela abra es mucho más rigurosa que antes. “En 1999 se presentaron 270 propuestas con el fin de incorporarse a la enseñanza. Sólo se aprobaron 83”, destaca antes de señalar que su organismo supervisa a cada colegio privado desde su propuesta pedagógica a su soporte económico. “Las autoridades de las escuelas no nos sentimos apoyados por el Estado”, dispara entre la bronca y la angustia Carlos Chizzini Melo, quien en el ‘98 y tras darle el título a dos camadas de egresados, debió poner un candado a su colegio de Belgrano. “La falta de pago de las cuotas fue el problema principal. Antes de cerrar apelamos a todas las instancias de protección, pero en el Estado no nos escucharon. También buscamos fusionarnos con otro colegio y nada. Fue muy triste porque nos enfrentamos a padres que no pagaban porque no querían. Esto también habla de una profunda crisis de valores. Nos sentimos solos en esto que para nosotros nunca fue negocio sino una verdadera vocación por educar”, se lamenta al tiempo que apunta que durante el último año otros cinco colegios del barrio también dejaron en la calle a sus alumnos. Entre las 40 escuelas que cerraron este año se encuentran algunos nombres muy reconocidos como Dr. Luis Agote, Modelo Mary Graham, San Gabriel, Juan XXIII y Crecer. Todas con más de 15 años de antigüedad.



Y las autoridades no se ponen de acuerdo. Mientras que en Capital aseguran que la escuela pública está en condiciones de absorber a los alumnos que la privada deja afuera, en San Isidro las cosas son diferentes y el éxodo hacia las escuelas públicas se hace sentir. “En los últimos años aumentó significativamente la demanda sobre las escuelas oficiales”, afirma Norma Balmaceda, presidenta del Consejo Escolar local. “Al darse un mayor ajuste en la clase media los papás vienen a vernos para saber dónde mandar a sus chicos. Lamentablemente hoy notamos que no damos abasto con los pedidos, por eso en algunas escuelas se sortean las vacantes. Para peor, no se espera que para los próximos años se abran más escuelas públicas. Es más, estamos peleando por mantener los viejos edificios de las que tenemos porque están en muy malas condiciones. Creo que no se tiene en cuenta que hoy la educación cumple un rol social determinante: muchos chicos van por el almuerzo que brindan los comedores.”

Educación vs. economía

“En casa nos dábamos cuenta de que no teníamos capacidad de ahorro –dice seria Gabriela Gutiérrez de Francisco (31 años, casada)–. Cuando se rompía el auto o había que hacer un gasto extra, era angustiante no contar con ninguna reserva”, continúa. Para hacer una diferencia, su familia que vive en un country, empezó por achicar las salidas. “Joaquín (7) y Micaela (5) sólo van a un parque de diversiones cuando los abuelos los llevan. Vivir acá significa gastos fijos muy altos. Entonces únicamente nos quedaba achicar las cuotas del colegio. Estábamos felices con el cole anterior pero apostamos a la tranquilidad, así que decidimos cambiarlos a otra institución”, remata Gabriela mientras cuenta que son varios los padres que pasan por el mismo problema. El año que viene Micaela iniciará la nueva escuela con dos compañeritas que también se pasaron al mismo lugar.
La crisis ataca en todos los frentes y a todos. Sin embargo, no es fácil tomar la decisión de achicar gastos, y mucho menos cuando ese ajuste afecta de manera directa a los hijos. Pero los testimonios de las mamás se multiplican. “Tener que buscar una escuela municipal para que María Victoria arranque primer grado fue bastante difícil –retoma Adriana Gómez–. Me asesoré bien hasta que descubrí al Mariano Acosta. Largarla fue bravo. En general el ambiente de las estatales no es el mejor y me daba miedo. Por suerte estoy conforme con la elección. Pero no se debió a una decisión voluntaria. De no ser por mi problema económico, no la cambiaba a una estatal. Si las cosas mejoran, cuando vaya a la secundaria quiero que regrese a la privada.”
Una crisis grande, menor, terminal o de cambio. Que el sistema privado está en peligro es una realidad y superar este escollo será, sin lugar a dudas, uno de los exámenes más duros. Para eso es necesario que autoridades, docentes y padres estudien cómo hacerlo. Cómo retomar el camino hacia el colegio en tiempos de crisis.

CLAVES DE LA CRISIS


Un indicador de cómo la crisis económica afecta al sistema privado se registra en la alta morosidad en el pago de las cuotas. El año pasado, el 30 por ciento de los alumnos de colegios privados debían una o más cuotas.

El principal motivo por el cual muchos padres deben cambiar a sus hijos de escuela es la dificultad para afrontar las cuotas. En el camino, antes
de inscribirlo en una escuela municipal, muchos padres envían a sus hijos
a establecimientos privados más económicos, renunciando a algunos servicios.
El pase de alumnos de la educación privada a la pública
no sólo implica la crisis de la primera sino también la amenaza del colapso de la segunda. Hoy no
es sencillo encontrar vacantes en algunas escuelas municipales,
y en algunos casos
hace falta rendir examen o apostar a la suerte en un sorteo.
MALAS NOTAS

40 colegios cerrados entre 1999 y 2000.
40 están en lista de espera para recibir aportes del Gobierno de la Ciudad.
117 millones de dólares es el presupuesto de la DIGEP.
2.610 alumnos del nivel primario y 836 del nivel medio salieron del sistema privado en el último año.
1.600 chicos menos que en 1998 se matricularon en 1999.
40 nuevos colegios privados comenzaron a funcionar en el 2000 y para el 2001 se aprobaron 20 más.

Fuente: DIGEP (Dirección General de Educación de Gestión Privada).
“NO HAY EXODO”

Daniel Filmus

“No existe un traspaso masivo de alumnos de la educación privada a la pública”, explica el actual secretario de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y licenciado en sociología, Daniel Filmus. “Desde el Gobierno de la Ciudad vemos una pequeña baja en la matrícula pero que tiene que ver con una disminución del crecimiento vegetativo de la población: la ciudad de Buenos Aires tiene la misma población que hace 50 años. Hay menos chicos. También notamos una redistribución de alumnos de escuelas privadas más caras a otras más económicas no un éxodo a las escuelas públicas.”
Por otra parte, Filmus afirma que la escuela pública está en condiciones
de recibir a los chicos que abandonaron la privada: “Hay capacidad suficiente para recibir a más alumnos”.

INSTITUTO ACUARIO: UN CASO TESTIGO

“Es imposible la continuidad”

El Instituto Acuario, privado, fue fundado en 1973 como jardín y nivel primario. El secundario abrió en 1992 y funcionó hasta agosto de este año. No recibe subvención del Estado y es un caso testigo del pasado, presente e incierto futuro del sistema privado. Antes del fin –a tres meses de finalizar el ciclo lectivo– la cuota del secundario rondaba los $ 300. Su cobro resultaba cada vez más difícil –hubo altos índices de morosidad– y la secundaria terminó subsidiada por la primaria y el jardín. Pero no fue suficiente y se intentó trasladar a los alumnos al Instituto Froebel. “Lo que está pasando con los colegios secundarios privados es terrible –explica Graciela L. Piantanida, directora de Primaria del Instituto Acuario–. Se compran alumnos entre instituciones, como si fueran cabezas de ganado”.
La situación para el 2001 es crítica. Los edificios fueron vendidos, por lo tanto, Acuario dejaría de funcionar. “Estamos pasando una crisis muy seria y es imposible la continuidad –confiesa–. Ahora trabajamos en el proyecto Sur, que incluye a directivos, docentes y padres, para seguir adelante en otra institución independiente. En una economía en la que si no tenés plata para pagar la cuota no podés asistir a una escuela privada, es una alternativa que funciona como cogestión. La idea es que los padres aporten capital para solidarizarse con aquellos que en este momento no pueden afrontarlo, que la gente pueda plantear sus verdaderas dificultades y poder aceptar solicitudes de becas o reducciones de cuotas.”

MEDIDAS PREVENTIVAS


A la hora de decidir en qué colegio inscribir a los chicos es bueno acercarse
a la Dirección General de Educación de Gestión Privada (Av. Santa Fe 4358, Capital y los teléfonos son 4773-2400/6353) o bien a los Consejos Escolares
de cada partido y averiguar algunos datos:

Cuánto tiempo lleva trabajando el personal docente. Los colegios con problemas económicos suelen cambiar
seguido a las maestras y directoras.
Qué cantidad de alumnos por aula tiene la escuela y si esa cifra fue aumentando o disminuyendo en los últimos años.
Quién es el dueño del colegio y si tiene respaldo suficiente para sobrellevar tiempos de crisis.
Si el edificio es alquilado o si el colegio es propietario.
Cuál es la oferta educativa y si tiene un buen programa de inserción laboral.
fuente: parati.com.ar

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